Una respuesta a la Política Obrera sobre la alienación y la explotación




Por Raúl Valle


Desde una perspectiva marxista, el texto de Silvia Allocati en "Política Obrera", 20/11/2025, representa un análisis valioso, aunque limitado, de la crisis de salud mental en el contexto del capitalismo argentino. 

El artículo identifica correctamente las contradicciones inherentes al sistema de Salud en el régimen capitalista, como la comercialización de la salud mental, la estigmatización de las personas con enfermedades mentales y la reducción de la atención a un simple trato para la industria farmacéutica y las organizaciones médicas.

Esto coincide con la crítica marxista clásica de Karl Marx y Friedrich Engels, quienes en obras como "El Manifiesto Comunista" y "La Ideología Alemana" denuncian cómo el capitalismo aliena al individuo, transformando las necesidades humanas en mercancías y generando malestar psicológico como producto de la explotación laboral, la precariedad y la desigualdad social.

El texto destaca cómo el modelo capitalista produce "personas en situación de calle" como consecuencia de las políticas económicas neoliberales, vinculándolas erróneamente con la delincuencia y justificando el control institucional como una forma de "normalizar los cuerpos" y destruir las almas. Esto evoca la noción marxista de alienación (extrañamiento), donde el trabajador es deshumanizado por el sistema productivo, lo cual se extiende a la salud mental como reflejo de la opresión de clase. Además, critica la externalización de tratamientos y la falta de recursos estatales, exponiendo cómo el Estado burgués, lejos de ser neutral, sirve a los intereses capitalistas al asignar fondos a intermediarios privados como Facoep, en lugar de invertir en la atención pública.

Sin embargo, la crítica como critica revela limitaciones en el texto. Si bien denuncia el «modelo capitalista que nos oprime y genera malestar», se mantiene en un enfoque reformista dentro del marco burgués. Propone el cumplimiento de la Ley 26.657 y el Protocolo de Caracas, lo que implica confiar en el Estado capitalista para resolver las contradicciones estructurales del sistema. Esto ignora la tesis marxista de que el Estado no es un árbitro imparcial, sino un instrumento de la clase dominante para mantener la hegemonía (como argumentó Engels en ''El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado''). 

El texto no profundiza en la lucha de clases como motor para transformar la salud mental; en cambio, se limita a denuncias sin conectar explícitamente la crisis psíquica con la explotación proletaria y la necesidad de una revolución. 

Actualmente se acentúa el ataque a la moral y psiquis de los trabajadores con la reforma laboral de Milei que el peronismo y Cristina habilitan a las necesidades del mundo moderno de la ultractividad y el monotributo.

Además, invisibiliza aspectos como el papel del imperialismo y la división internacional del trabajo, las guerras mundiales como las que promueve la OTAN contra Rusia, Venezuela, China y como lo hizo contra Argentina en Malvinas, que la mayoría de los liberales se hacen los otarios y son la mayor locura y mayor alienación mundial y claramente fomentada por los regímenes capitalistas. Y que agravan la crisis en países periféricos como la dependencia económica que genera desempleo y precariedad, que afectan directamente la salud mental de la clase trabajadora. 

El texto es una herramienta útil para la agitación trotskista cercana al ''morenismo'' (dado su origen en la Política Obrera, una corriente marxista revolucionaria que criticó a esa corriente), pero su análisis no va más allá del reformismo, atrapado en las demandas a un Estado que, bajo el capitalismo, no puede resolver las contradicciones sin abolir el propio sistema. Esto refleja una tensión en el trotskismo contemporáneo y democratizante, la denuncia tajante, pero a veces la ausencia de una ruptura radical con las ilusiones parlamentarias. 

Para superar las limitaciones del texto, propongo una alternativa marxista revolucionaria que integra la salud mental en la lucha por el socialismo, aboliendo el capitalismo como raíz de los trastornos mentales. Esta propuesta se basa en la visión de Marx de una sociedad sin clases, donde las necesidades humanas, incluida la salud mental, se satisfacen colectivamente, no comercialmente. En lugar de reformar leyes burguesas como la 26.657, la industria farmacéutica y las clínicas privadas deberían ser expropiadas, convirtiendo la atención de la salud mental en un servicio público gratuito y universal bajo control obrero. Esto implica la creación de "comunas de salud mental" autogestionadas por trabajadores, pacientes y comunidades, inspiradas en el modelo soviético inicial (antes de su burocratización), donde la atención se centra en la prevención social, no en la medicalización.

La alienación se combate integrando la salud mental en el proceso productivo, reducción de la jornada laboral, eliminación del desempleo y promoción de la creatividad colectiva, reconociendo que los trastornos mentales son síntomas de la explotación capitalista. La propuesta supera el enfoque individualista del texto al conectar la salud mental con la revolución proletaria.

Una experiencia interesante es cuando la Izquierda ganó la FUBA y muchos centros de estudiantes de la UBA como Sociales y Filosofía tomaron protagonismo, pero en vez de vincularse estructuralmente con las luchas de trabajadores, se estructuraron, sobre todo el PTS y el PO oficial, al consumo de drogas en forma recreativa como estrategia, lo que llevó a la vanguardia estudiantil a lumpenizarse, un error estratégico, que entre otras cosas, luego los estudiantes les dieron la espalda para continuar en la dirección de los centros de estudiantes.

Los trabajadores, los estudiantes, los trabajadores independientes de calle, las personas con enfermedades mentales y sus familias deben organizarse en sindicatos y consejos obreros, luchando contra la estigmatización como parte de la lucha contra el racismo y el odio de clase que se justifica por la explotación y la superficialidad de la mercancia. Esto incluye campañas de agitación para desmantelar el papel controlador de las instituciones psiquiátricas y reemplazarlas por redes comunitarias que promuevan la solidaridad internacional, especialmente en los países oprimidos por el imperialismo, donde la crisis es más aguda.

Implementar programas de educación marxista en escuelas y lugares de trabajo para desmitificar la "locura" como un producto social, no individual. La atención primaria se basaría en el protocolo de Caracas, pero se expandiría a escala global, con una inversión masiva en recursos humanos y materiales financiados por la riqueza socializada (no por los presupuestos estatales capitalistas). Esto eliminaría la subcontratación y el negocio farmacéutico, priorizando las terapias comunitarias, el arte y el trabajo colectivo en medicamentos. 

Esta superación requiere una revolución liderada por el proletariado, que derroque al Estado burgués e instaure una dictadura del proletariado (como en la ''Crítica del Programa de Gotha'' de Marx). Esto, aveces, podría implicar alianzas con movimientos obreros influenciados por el peronismo y el radicalismo que luchan de verdad pero radicalizándolos hacia la insurrección, no solo hacia la denuncia. 

A largo plazo, en una sociedad comunista, la salud mental se resolvería eliminando las contradicciones de clase, permitiendo una vida plena y no alienada. Esta propuesta no es utópica, sino una extensión lógica del marxismo: solo la abolición del capitalismo puede superar la estigmatización y la medicalización, transformando la salud mental en un derecho colectivo para construir una humanidad emancipada.


¿Y CILFA?

La Cámara Industrial de Laboratorios Farmacéuticos Argentinos (CILFA) representa a las principales compañías farmacéuticas en medicación psiquiátrica y de salud del país, incluyendo multinacionales como Pfizer, Suizo, Roche y laboratorios locales. Históricamente, ha defendido los intereses corporativos centrados en la protección de patentes, los altos precios de los medicamentos y el libre mercado pero no en el sector salud. Tampoco las paritarias libres, sino con techo, impuestas en forma de dictadura por el gobierno de Milei y con el colaboracionismo de la mayoría de la dirección peronista de la CGT.

Durante las elecciones presidenciales argentinas de 2023, CILFA expresó su firme apoyo a Javier Milei, el candidato libertario que prometía privatizaciones masivas, la reducción del Estado y la defensa del libre mercado. Según declaraciones públicas de la entidad de Milei era visto como un aliado para desregular el sector más débil del sector farmacéutico, eliminar los subsidios estatales y fomentar la inversión privada. Esto incluía la privatización de empresas públicas de salud y la promoción de un modelo económico que priorizara la competencia sin intervenciones gubernamentales excesivas. 

CILFA argumentó que esto beneficiaría la innovación y el acceso a medicamentos de alta calidad, en consonancia con su visión de libre mercado

Sin embargo, CILFA se opuso firmemente a ciertas propuestas de Donald Trump durante su campaña presidencial en Estados Unidos, en particular en torno a la defensa del monopolio de las patentes de EEUU de medicamentos. Trump, en discursos y políticas se refirió  como su plan para regular y ampliar la ley de patentes y el monopolio de los precios de los medicamentos. Con una política de simulación de ciertas áreas de competencia por ejemplo con Canadá.

CILFA, mediante un comunicado oficial criticó estas ideas como una amenaza para la innovación farmacéutica global. Argumentaron que fortalecer las patentes reduciría las inversiones en investigación y desarrollo , afectando la producción de nuevos tratamientos. Esto contrasta con su apoyo a Milei, quien también defiende la propiedad privada, y el libre mercado pero en un contexto de desregulación general sin afectar directamente los monopolios de patentes en Argentina.

Esta aparente inconsistencia pone de relieve cómo CILFA prioriza los intereses corporativos, apoya las privatizaciones y el libre mercado cuando benefician a su sector en Argentina (como con Milei), pero se opone a intervenciones que podrían afectar las ganancias globales, como la de Trump.

En Argentina, el sector farmacéutico genera miles de millones de dólares en ventas anuales, con patentes protegidas por las leyes locales. Críticos, como las organizaciones de consumidores, acusan a CILFA de hipocresía, defendiendo los monopolios cuando corresponde, pero la libre competencia solo de forma selectiva. Cuando un método de salud para la población es expropiarlos sin pago y que los dirijan los trabajadores y científicos y médicos y enfermeras.


Alienación y explotación

La izquierda moderna —especialmente en sus variantes postestructuralista, psicoanalítica y culturalista— ha cometido el error recurrente de separar la explotación económica (como mecanismo de acumulación capitalista) de la alienación (como la alienación subjetiva y social del individuo). 

Esta separación artificial se justifica erróneamente invocando al "joven Marx" de los ''Manuscritos económico-filosóficos de 1844'', donde la alienación se presenta como un fenómeno filosófico-antropológico, o los ''Grundrisse'' (1857-1858), donde Marx explora categorías económicas más abstractas.

Sin embargo, esta separación ignora la evolución dialéctica del pensamiento de Marx, quien en ''El Capital'' integra ambos conceptos en una unidad inseparable, donde la explotación genera y reproduce la alienación, y viceversa, en el proceso de producción capitalista. 

Varios pensadores marxistas han perpetuado esta dicotomía, priorizando uno sobre el otro y fragmentando el análisis de clase, Louis Althusser, en su teoría del "corte epistemológico", separa la alienación humanista del joven Marx de la explotación científica del Marx maduro, argumentando que la primera es ideológica y debe descartarse, lo que conduce a un estructuralismo que reduce el marxismo a una ciencia económica pura, ignorando cómo la alienación subjetiva refuerza la explotación; Herbert Marcuse, en obras como ''El hombre unidimensional'' (1964), enfatiza la alienación cultural y psicológica bajo el capitalismo tardío, justificándola con el joven Marx, pero minimiza la explotación laboral como base material, cayendo en un idealismo que ve la liberación en los cambios culturales sin revolución económica; Erich Fromm, influenciado por el psicoanálisis, en ''El miedo a la libertad'' (1941) separa la alienación como un problema psicológico individual de la explotación colectiva, invocando los ''Manuscritos'' para proponer terapias humanísticas en lugar de la lucha de clases, lo que diluye el marxismo en un reformismo psicológico; Otros ejemplos incluyen a Jean-Paul Sartre en su existencialismo marxista o a ciertos althusserianos como Étienne Balibar, quienes han tendido a disociar la alienación existencial de la explotación estructural, justificándola con lecturas parciales de los ''Grundrisse''.

Este error resulta en análisis incompletos, la izquierda moderna o democratizante a menudo se centra en las identidades culturales o subjetividades alienadas (como en el feminismo o el ambientalismo marxista fragmentado), sin conectarlas con la explotación capitalista, lo que debilita la lucha revolucionaria. 

Marx nunca separó la explotación y la alienación; por el contrario, las concibe como una unidad dialéctica inseparable en su teoría madura. En ''El Capital'', la explotación (plusvalía extraída del trabajo asalariado) no es solo económica, sino que también genera alienación: el trabajador se aliena de su producto, sus pares y de sí mismo, reproduciendo el capital.

Esta relación es dialéctica, la tesis (explotación objetiva) y la antítesis (alienación subjetiva) se resuelven en la síntesis revolucionaria de la abolición del trabajo asalariado. Para superar este error, proponemos un retorno al marxismo integral y ortodoxo: integrar la crítica de la alienación (del joven Marx) con el análisis de la explotación (de ''El Capital''), reconociendo su interdependencia.

En la práctica, esto implica luchas que combinan reivindicaciones económicas (reducción de la jornada laboral, expropiación) con subjetivas (alienación colectiva mediante la autogestión y la educación revolucionaria).

Esta es la única manera de evitar el reformismo cultural y avanzar hacia el comunismo, donde la unidad dialéctica se supera mediante la abolición de ambas contradicciones. Esta visión, fiel a Marx, fortalece a la izquierda contra el capitalismo.


El secreto de la alienación

Además, en las facultades y centros académicos se enseña el marxismo como un valioso método de análisis y científico, pero la relación inseparable entre teoría y práctica, la necesidad imperiosa de un partido obrero como herramienta de la revolución, se esconde como oro en los centros del saber y del poder para impedir que los trabajadores tomen plena conciencia y encuentren una salida colectiva a la locura social y capitalista que impone el sistema.



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