Qué está en juego en Venezuela




Por Alejandro Guerrero


El chavismo llegó a ser un movimiento de masas y un punto de referencia para el pueblo trabajador de Latinoamérica, ante todo porque puso bajo control estatal, bajo el control de Venezuela, el pulmón de la economía del país: Pdvsa, la empresa petrolera que, formalmente propiedad del Estado, estaba bajo completo dominio norteamericano. Y ese paso fue producto de un movimiento de masas, el Caracazo, que costó un par de centenares de muertos por lo menos, y encontró su representación política en el coronel Hugo Chávez.


Las elecciones del domingo pasado, que Nicolás Maduro dice haber ganado, expresan la última crisis de aquel ciclo que tuvo en Pdvsa su punto culminante, y expresó como ningún otro -Perón incluido, aunque Chávez se declarara “peronista”- el punto culminante y la crisis última del nacionalismo burgués.


Al sustentar su gobierno en una política distributiva, sin industrialización, sin control obrero, Chávez quedó pendiente de los precios del petróleo. Cuando esos precios se derrumbaron, sobrevino en Venezuela el desastre hiperinflacionario. El último trimestre de 2017 sufrió una inflación mensual de 56,7%, e interanual del 862,6%. Esto duró hasta 2018, que registró una inflación catastrófica de 130.060%.


La hiperinflación terminó -siempre termina, la hiperinflación se agota a sí misma- pero sus secuelas de hambre y miseria duran hasta hoy. Incluso las miles de viviendas entregadas por Chávez se deterioran y sus habitantes no pueden hacer frente a las reparaciones. En muchos casos, esas viviendas son malvendidas y han generado un turbio mercado inmobiliario. Parte del “núcleo duro” del chavismo se vuelve “escuálido”.


Pero aún hoy, los restos de ese nacionalismo levantan en furia contra sí a la Internacional Negra, desde los gritos de monigote de Milei, los del saltimbanqui “izquierdista” del chileno Boric y, por supuesto, la Casa Blanca y el resto de la OTAN.


Que Rusia, China, Irán, Cuba y Bolivia hayan felicitado a Maduro por su “triunfo” indica cómo se distribuyen los campos en disputa. Los opositores se definen a sí mismos al pedir la intervención de Estados Unidos e Israel, de los peores asesinos seriales del planeta.


Entretanto, la voracidad, muchas veces payasesca (Milei), de la OTAN, de los organismos internacionales del imperialismo, se multiplica en los grandes medios de comunicación, mientras el oficialismo -cosa insólita- se ve censurado. No se lee una sola declaración de Maduro o algún otro miembro del oficialismo.


Esa alharaca opositora y ese silenciamiento al oficialismo pone todo en duda, porque en efecto el proceso electoral fue peor que oscuro.

Pero, a pesar de esa oscuridad, el mapa geopolítico regional e internacional no es el mismo con Maduro que con el Milei venezolano. Israel y Estados Unidos ya indican, contundentemente, de qué lado no hay que estar. Y se puede suponer que el resultado electoral no será electoral: se definirá en la calle.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

Es una crisis histórica

¿El estallido viene del Norte?

Cinco millones de kg de comida escondida en depósitos, "Dietazo" millonario y la imparable corrupción mileista.