El pozo ciego

Alejandro Guerrero


La Argentina se ve succionada por un gran pozo ciego: la deuda externa, que llega hoy al monto absolutamente impagable de 406.000 millones de dólares.


Junto a esa deuda externa se ha acumulado una también impagable interna, del Banco Central con los bancos: 20 billones de pesos (hay que hacer un esfuerzo para escribirla en números). Milei, cuando hablaba de “quemar el Banco Central” se refería a lo que su gobierno intenta hacer ahora: traspasar esa deuda al Tesoro; es decir, el gran libertario vaciará el B.C.R.A. y procederá a la mayor estatización de deuda de la historia nacional.


Se trata de una operación de crisis, porque el Tesoro no ofrece garantías de pago contra el traspaso de los bonos. Milei brama porque, según él, el gobierno anterior le dejó “bombas sembradas”. Puede que alguna razón le asista: el “comité de bancos” había apoyado la candidatura de Massa, que prometió en su momento dejar la cuestión en la congeladora. De ahí también la arremetida de Milei contra el delegado del FMI, el chileno Rodrigo Valdés, por su respaldo a la posición de los bancos. Desde entonces los vínculos del presidente argentino con la titular del Fondo, Kristalina Georgieva, son peor que malas. La pugna interburguesa arde.


Todo empeoró cuando el banco Macro vendió 2 billones de pesos en bonos de deuda con el Tesoro -sin pasar por el Tesoro- y Milei lo acusó de “golpista”.

El gobierno se jacta de haber moderado el alza de la inflación. Primero, se debe recordar que esa moderación se produce después del golpe inflacionario de diciembre-febrero. Pero, además, se da con el Presidente y  su equipo económico sentados sobre la caja, aplicando la motosierra a full con la herramienta brutal de los despidos. “Acá falta un trabajador”, se lee en cintas cruzadas en una de cada tres casilleros de atención al público de la Anses. “Cerrado: nos echaron a todos”, dice otro.

Esa barbarie en la administración estatal tiene su correlato en la actividad privada. Según la UIA, la capacidad instalada ociosa aumentó en la industria un 14,3% interanual y en el primer trimestre del año se perdieron 25 mil puestos de trabajo. El FMI prevé una caída de la actividad económica del 3,5% al terminar 2024, un punto más de sus previsiones de febrero.


Sí hay un crecimiento del comercio exterior del 2,3% interanual y del 1,3% respecto de abril, pero esos índices serían negativos si no se tuviera en cuenta el intercambio agropecuario, el que menos valor agregado y mano de obra aporta.

En definitiva, la aprobación recortada de la Ley de Bases no parece haber serenado ni al mercado financiero ni a las turbulencias políticas. El gobierno anuncia un crecimiento en V, pero las consultoras prevén un movimiento en L, es decir de largo estancamiento.


En cuanto al tipo de cambio “está atrasado, es un hecho, está en mínimos. Y cada vez que la Argentina ensayó periodos de atrasos cambiarios, en algún momento vino el ajuste…”  (Cohen Aliados Financieros).


Lo que anuncia esa consultora es la inevitabilidad de otra devaluación, y sabido es el efecto que las devaluaciones tienen sobre el salario y el nivel de vida de la población trabajadora. No tendrán más remedio que echar mano a otro ataque de bestias contra el movimiento obrero, incluidos los despidos que engrosarán la masa de indigentes al empujar hacia abajo la población desempleada.


Los trabajadores están dispuestos de sobra a resistir a estos atropellos, y en este caso una resistencia exitosa equivale a victoria. Que están dispuestos lo demuestran dos paros generales masivos y una movilización de 1 millón de personas en defensa de la educación pública.


La única barrera que se interpone entre una lucha triunfante y el movimiento obrero es la descompuesta burocracia sindical. Necesitamos, como hemos dicho muchas veces, llenar la Argentina de asambleas que preparen la huelga general.

Así saldremos del pozo ciego de la burocracia sindical.

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