Que tengan listo el helicóptero




“Si se levanta el paro del 9 (de mayo) me tengo que ir a vivir a Pakistán”, declaró días pasados Pablo Moyano. La frase tiene su importancia porque deja inducir el ánimo de la clase obrera, de las bases sindicales, y la apretadura que vive la burocracia sindical. Moyano no fue el único: “Será un gran paro”, dijo Héctor Daer, capitoste de la CGT.


Esto no sería así seguramente sin el millón de personas que se movilizaron el 23 de abril, que señalaron a su vez el final de la primavera de Milei. Con los datos de la economía sobre la mesa y la movilización social en curso, puede decirse que ha comenzado el camino hacia un diciembre de 2001.


El gobierno permanece en una suerte de autismo, de canto a sí mismo, y pierde noción del ridículo cuando dice que el superávit fiscal alcanzado (0,4 por ciento del PBI) es un récord “en la historia mundial de Occidente”.


El Presidente se jacta también porque los usureros de J.P. Morgan han puesto a la Argentina primera en la lista de países donde conviene invertir. No ha dicho que en esa misma lista figura segunda Turquía y cuarta Venezuela, que se derrumba. No es un listado de economías sólidas, es una tabla de países en los que se puede hacer plata fácil, en abundancia y rápido. Paraísos de buitres.


Milei y su ministro de Economía, Luis Caputo, hacen mucho ruido también con el descenso de la inflación o, mejor dicho, con la desaceleración inflacionaria que ronda ahora un insoportable 10 u 11 por ciento mensual. Ese índice se modera a partir de la devaluación y el golpe inflacionario de diciembre a febrero.


Por otra parte, el superávit fiscal respecto del PBI obedece a la caída del 6,8 por ciento del propio producto interno. Es un superávit sin consistencia alguna, porque obedece a la recesión feroz, a la detención de la obra pública, el cese de la provisión de alimentos a las organizaciones sociales, a la licuación -aquí sí se aplicó la motosierra- de salarios y jubilaciones.

Es un superávit conseguido a hachazos, tosco, brutal, consistente en sentarse arriba de la caja, anular el gasto y comprimir el consumo a niveles históricos, al punto que el propio Milei anunció que habrá un 60 por ciento de pobres en la Argentina aunque el Indec anuncia un 48. Un panorama como éste es insostenible en el mediano plazo y tal vez en el corto.


Las cosas han llegado al punto en que, según la consultora Poliarquía, ha cambiado la primera preocupación del público, que ya no radica en los bajos salarios sino en la lisa y llana ausencia de salarios; es decir, en la desocupación. Eso, dicho sea al pasar, multiplica la importancia de la resistencia obrera, porque el parate económico y los despidos son terrorismo estatal y por ende contienen el conflicto directo.


Por otra parte, la lucha se ha convertido en cuestión de supervivencia: las pymes han visto reducirse sus ventas en un 16 por ciento entre enero y marzo, y caen como moscas con el consiguiente reguero de desocupación.


Milei dice que entramos en una economía en forma de V; es decir, que la caída toca piso y luego comienza la remontada. Pero ¿cuál sería el motor de ese repunte con esta caída histórica del consumo, con este nivel de depresión? Dicen que habrá inversiones pero es mentira: entrarán capitales buitre como los prometidos por J.P. Morgan, pero nada en actividades productivas.


Es enorme la capacidad industrial ociosa, la economía argentina está sobreinvertida en relación con su nivel de actividad. Es más: La Nación de este miércoles 8 anuncia que ha empeorado la recesión.


Los salarios formales, los salarios en blanco, han caído un 19 por ciento entre noviembre y febrero, para no decir que se derrumbaron un 44 por ciento desde julio de 2023 (no le echemos toda la culpa a los libertarios). Aun desde el punto de vista burgués, es imposible cualquier reactivación con un gobierno que pisa las paritarias, no homologa convenios e impide así cualquier recupero.


Dicho sea al pasar, en ese punto la “libertad” es la que se va al carajo: las paritarias son acuerdos entre privados en los cuales el Estado no tiene por qué meter la nariz.


El caso de las jubilaciones es un drama particular: la jubilación promedio ha caído en términos brutos, de 346 mil pesos a 204 mil ¿Hasta cuándo podrán sobrevivir los pasivos con ese nivel de miseria? Es una demostración canallesca, atroz, de que el supuesto superávit fiscal no tiene consistencia, no puede sostenerse.


Entretanto, además de aumentar el presupuesto y los sueldos de las fuerzas represivas, el gobierno incrementó en 4 mil millones de pesos los fondos reservados de la AFI. Esos fondos, además de financiar esa cueva de persecución y espionaje a los ciudadanos, son un nido de corrupción enorme, puesto que nadie rinde cuentas por ellos. Pero, además, el titular de la AFI, Silvestre Sívori, está vinculado con Santiago Caputo (una especie de Rasputín de la Casa Rosada) en los negociados de la Aduana, con lo que eso significa en materia de delitos mayores.


Por todo eso, el paro de este jueves necesita ser contundente, y lo será. Basta de despidos, por 1 millón de pesos de mínimo en salarios y jubilaciones, no más trabajo en negro. Y que la casta infame que nos gobierna tenga listo el helicóptero.



Círculo de Trabajadores

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