¿Qué hacer?


Escribe Alejandro Guerrero

El levantamiento misionero, con docentes y personal de la salud cortando rutas, tiene dos componentes que lo vuelven muy particular: la movilización policial, que más allá de lo que ellos mismos digan echan mano a métodos piqueteros, y la de los productores yerbateros pequeños o medianos. Hacía muchos años que no se veía una lucha campesina en la Argentina, originada esta vez por la desregulación de la actividad y la eliminación -DNU mediante- del precio sostén, lo que promueve la concentración de la producción en manos de unos pocos grandes pulpos.


En un discurso ante la asamblea docente, el representante de los policías sublevados dijo, micrófono en mano, que los 800 mil pesos de básico que reclaman son una miseria, que se trata de un monto que apenas permitiría a una familia llegar a fin de mes con lo básico. En efecto, en esa situación estamos: casi el 58 por ciento del pueblo argentino vive por debajo de la línea de pobreza, un porcentaje histórico que encuentra pocos antecedentes desde la crisis de 1929/1930.


En este punto resulta útil, entendemos, preguntarse si el gobierno tiene posibilidad, por la vía del bestialismo, de reordenar la economía nacional, de recomponer el desbarajuste. No, no puede. Con los métodos conocidos, Hitler logró reorganizar la economía alemana y dar pan y trabajo porque contaba con otras bases, incluso históricas, que este monigote no tiene.


Este lunes 27 los diarios informan que, DNU mediante, Milei y su ministro de Economía, Luis Caputo (el que maneja la motosierra) autorizaron un nuevo endeudamiento, esta vez por 35 billones de pesos, por el mecanismo de la rotación de pases a letras del Tesoro para, por esa vía, evitar la emisión de moneda y “secar” la plaza de pesos, cosa que necesariamente aumentará la recesión y la tendencia de la economía a detenerse; por tanto, los sufrimientos de la población trabajadora.


Como dijimos otras veces, se sientan arriba de la caja para no emitir: es una caldera, una olla a presión que empieza a estallar como en Misiones. Por otra parte, el DNU que dispone este nuevo endeudamiento de brutos es inconstitucional (no puede hacerse si no es por medio de una ley) y Caputo lo admite y lo justifica por la “excepcionalidad” de la situación. Están desbordados, gobiernan a manotazos, sufren crisis internas todos los días y las relaciones con el Congreso tienden a quebrarse. Por eso, seguramente, buscan respaldo fronteras afuera, con las monigotadas fascistas de Milei en el exterior y su intento de meter a la Argentina en la guerra imperialista que lleva adelante la OTAN en Ucrania, en Gaza y otros sitios.


Inauguraron su gobierno el año pasado con una megadevaluación y un tarifazo brutal. Ya no sirve ni una ni otra. La inflación, que superó con largueza el 100 por ciento entre noviembre del año pasado y abril de este año, ya se devoró la devaluación y el tarifazo, de modo que se hace necesario otro golpe devaluatorio. No lo soportan, políticamente no lo soportan. No después de dos paros generales -uno masivo- la movilización de enero, el millón de personas en la calle el 23 de abril. No en medio de la rebelión misionera, la amenaza de pueblada en Villa Constitución (el intendente advierte que se viene la rebelión, en respuesta al cierre temporario de Acindar), la ocupación de TextilCom en Catamarca contra los despidos (los trabajadores sostienen la consigna “las máquinas son nuestras”, en una manifestación de conciencia comunista como no se registraba desde la década de 1970). No con el paro ferroviario de este jueves 30.


La línea de pobreza se ha situado en 828.158,19 pesos según el Indec, lo que representa una subida del 307,2 por ciento interanual. La tasa de desempleo en diciembre del año pasado (aumentó en mucho durante el curso del primer trimestre de 2024) era del 7,5 por ciento. Si bien es muy elevado, se trata de un porcentaje mentiroso. Decenas de miles de jóvenes no han trabajado nunca ni lo harán jamás, y centenas de miles dejaron de buscar trabajo. Esas franjas no figuran en las estadísticas, las han arrojado del mapa.


Esto en un país que desde hace 20 años figura permanentemente entre los tres con mayor inflación en América latina. Por eso, lógicamente, todo el mundo desconfía de la moneda local y busca divisas fuertes para proteger sus ahorros si es que puede tenerlos.


Añádase a ese panorama el déficit fiscal contenido mediante la recesión, el parate de la obra pública, el incremento insostenible de los niveles de deuda y la represión a la emisión monetaria mediante la emisión de letras y más deuda para compensar el faltante de dólares. Algún periodista especializado dijo tiempo atrás que no faltan dólares sino que sobran pesos. Ahora no se emite y se seca la plaza de pesos, pero siguen faltando dólares. El hombre, se ve, estaba equivocado. Nos encontramos, en definitiva, ante una crisis de escala mayor que se multiplica geométricamente hacia el largo plazo. Una crisis sin solución en los marcos del régimen burgués. Del bisturí de Sergio Massa al cortafierros y la alharaca fascistoide de Milei sólo puede surgir fracaso.


En 2023 la deuda externa había llegado a 400.000 millones de dólares, el 88,4 por ciento del PIB. Es un crecimiento del 125 por ciento respecto de 2022: se duplicó en un año. El plazo de pago de esa deuda se extiende a los próximos 60 años, y se hará eterno por los continuos refinanciamientos. Pero cuidado, porque el 30 por ciento debería ser devuelto este año, de modo que se vienen nuevos canjes, más letras y más deuda.


La devaluación (en estos días se registra un principio de corrida) agrava el problema, porque el 85 por ciento de la deuda pública está emitida en monedas extranjeras o en pesos argentinos ajustados a variables de volatilidad vinculadas con divisas duras.


La dichosa motosierra, en fin, se ha visto reducida a un paquete de ajuste fiscal como el aplicado en 1975 por Celestino Rodrigo, ministro de Economía de Isabel Perón. Rodrigo duró en el gobierno poco más de un mes, derribado por una huelga general histórica. En materia de duración, a Milei le está yendo mejor aunque los plazos se le acortan.

Así, el gobierno se ve obligado a manejar la crisis sentado sobre las bayonetas de los gendarmes de Patricia Bullrich. Posición incómoda si las hay, al punto que el famoso protocolo ya se ha derrumbado. Se cayó en las movilizaciones porteñas y el los cortes de ruta misioneros.


Y, éste es otro dato mayor, en todas partes la lucha de los trabajadores choca frontalmente con la burocracia sindical, perdida como turco en la neblina.


En resumidas cuentas, el gobierno se hunde en una deuda que crece en cascada, en el pantano parlamentario y en su propia crisis interna.

Se debe aprovechar la histórica tradición asamblearia de la Argentina, de pueblo en las plazas. Convertir cada lugar de trabajo o de estudio en un centro de conspiraciones para preparar la necesaria huelga general, por 1 millón de pesos de básico, por la reincorporación de todos los despidos, por el blanqueo de los 8 millones de trabajadores no registrados, por la ocupación de toda fábrica que cierre, despida o suspenda. Y para parar la sangría de la deuda: por una banca única, estatal, bajo control de los trabajadores, para que el crédito argentino se oriente al desarrollo integral de nuestra economía y no al bolsillo de unos cuantos pulpos de la usura.


¡Viva la rebelión misionera!


¡No a la represión!


¡Viva la huelga general!


¡Fuera la camarilla de Milei, financistas delincuentes!




Círculo de Trabajadores

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