No fue un paro dominguero



Myriam Bregman ha dicho que el del jueves 9 fue el mayor paro general “en décadas”. Semejante grado de euforia sólo puede explicarse por la búsqueda constante de su partido, el PTS, y del FITU en general, de una línea de acuerdo con la burocracia sindical y con el peronismo en general, en particular con el kirchnerismo.


El paro fue masivo pero de ninguna manera total, ni podía serlo porque no hubo asambleas ni los burócratas se ocuparon en preparar la medida. Los activistas del subte pasaron la noche anterior al paro en las vías, para asegurar que ninguna formación se moviera al día siguiente. Y ninguna formación se movió. Así se garantiza un paro, pero fue excepcional.


Sin embargo, de modo alguno fue un paro “dominguero”, de esos en que la gente simplemente se queda en casa a mirar tele con la familia. Este jueves se jugaba mucho porque la huelga hizo frente a un gobierno terrorista. Más del 90% de los estatales pararon a pesar de los despidos, de la amenaza ya no del salario bajo sino de la ausencia de salario, de la desocupación.


El proletariado industrial paró en un porcentaje elevadísimo cuando también se las ve con la amenaza de despidos, con el desempleo, y las pymes cierran en efecto dominó.


Los bancos cerrados, los puertos paralizados y el parate completo del transporte de mercancías ratifican que se acaba la primavera del gobierno.

Ahora los senadores deberán hacer frente a un humor social muy distinto cuando traten la ley ómnibus, y el gobierno brama por los recortes sufridos por su DNU si bien las cláusulas más antiobreras siguen vigentes.


Un paro dominguero no es igual, a veces ni siquiera parecido, a otro paro dominguero. Cada medida se da en determinado contexto. El de la huelga del 9 lo dio Pablo Moyano: “Si se levanta el paro me tengo que ir a vivir a Pakistán”, lo que indica el ánimo de la clase que empujó a la burocracia a romper su postura de diálogo y conciliación con el gobierno con el propósito de obtener algún beneficio más para sí misma.


Así, antes que poner etiquetas “domingueras” es mejor señalar un camino, como, por ejemplo, el de los trabajadores del subte que aseguraron la huelga en el camino de sus mejores tradiciones de lucha y acción directa, o el del paro en Neuquén que, además de masivo, ganó las calles.


Otra vez: se necesita convertir cada lugar de trabajo o estudio en un centro de conspiraciones contra el gobierno, por demandas claras, por 1 millón de pesos de mínimo, contra los despidos, para que este gobierno infame termine como De la Rúa.



Círculo de Trabajadores

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