¿Y ahora qué pasa? Sobre la marcha

 

¿Y ahora qué pasa? Sobre la marcha






Por Alejandro Guerrero


Un millón de personas en manifestación constituyen, independientemente de las demandas de la convocatoria, un hecho político de primera magnitud. En este caso, suficiente para que la situación política dé un giro: se terminó la primavera de Milei, incluso sus votantes salieron a la calle a protestar.

El presupuesto universitario resume todos los problemas, se ha concentrado en el reclamo de las universidades la situación insostenible de las masas trabajadoras, de los jubilados, de las clases medias agobiadas por la crisis que promete empeorar y no tiene más remedio que hacerlo por este camino.

La universidad no tiene ni el diez por ciento de la capacidad de movilización que se vio el 23. La multitud de “gente suelta” indica claramente que el arco opositor tiene una amplitud que promete volverse insostenible para el gobierno.

Era inevitable.

La economía se contrajo por cuarto mes consecutivo: cayó un 3,2 por ciento en febrero y el derrumbe tuvo un piso decisivo en ese potente motor económico que es la construcción: 19,1 por ciento, según informa Ámbito Financiero, un medio insospechado de izquierdista o de impulsor de las convulsiones sociales. El mismo diario dice que la intermediación financiera, indicadora de la actividad comercial y de la vida económica en general, se desplomó un 19 por ciento el primer trimestre.

Pedro Gaite es economista jefe de la patronal FIDE. Tampoco de él puede sospecharse que quiera alentar la disconformidad social. Él ha declarado:

“El ajuste fiscal, cambiario y monetario impacta negativamente en los salarios y el consumo (...) los rubros más afectados son los vinculados con el mercado interno: la industria, el comercio y la construcción”.

Gade añade:

“...hasta que no se vea una recuperación del salario real no habrá una reversión de esta situación, ya que el consumo privado es el principal motor de la demanda agregada y es lo que tracciona la inversión” (Ámbito Financiero, 23/4).

Los números de abril presentan un panorama peor, con caídas de hasta el 40-45 por ciento en algunos sectores.

Las cuestiones internacionales tampoco ayudan, aun sin tener en cuenta la escalada de la guerra en Ucrania y en Oriente Medio. China ha decidido no renovar el swap con la Argentina, que deberá pagar ahora 6 mil millones de dólares. No conviene olvidar que China es el segundo socio en importancia del FMI, que le ha negado dinero fresco -disponible, no para pagar deudas anteriores- y por eso el ministro Luis Caputo intenta constituir un sindicato de bancos que le sirvan de garantía para un salvataje del BID. Esta gente, según parece, no es muy hábil en el manejo de motosierras.

Hasta la naturaleza se le vuelve en contra: las previsiones de la cosecha han bajado de 15 mil a 9 mil millones de dólares.

El gobierno ha entrado en estado de emergencia económica, con su consiguiente emergencia política: crisis, rupturas, quiebres internos.

Pero ¿dónde queda el movimiento de masas después de la demostración del 23?

Una explosión popular de esta magnitud no se produce de un día para otro. El 100 por ciento de inflación entre diciembre y febrero, las decenas de miles de despidos, la tendencia de la economía a la parálisis, la caída del PBI, el parate en los mecanismos de compra-venta (es decir, de la vida social), constituyen una política que no puede aplicarse sin una derrota profunda del movimiento obrero, del movimiento de masas. Esa derrota evidentemente no se ha producido: la manifestación imponente del 23 lo ha demostrado.

Ahora, burócratas de todos los pelajes intentarán aprovechar la arista espontánea del movimiento para llevar agua a su molino, para contenerla y negociar. Pero no puede evitarse, ningún burócrata ni politiquero más o menos derechista, más o menos centroizquierdista o de izquierda reformista, podrá evitar un hecho irreversible: la situación política cambia, y tiende a cambiar más y más rápidamente.

Resulta preciso que desde las bases mismas surja la organización, aunque no somos “basistas” y reconocemos la necesidad indispensable de que el movimiento encuentre una dirección a la altura de las cosas. Pero desde las bases, decíamos, deberá convertirse cada lugar de trabajo o de estudio en un centro de debates, de organización de asambleas, de medidas de lucha como las clases públicas que en el pasado reciente ya dieron las universidades. Por el presupuesto universitario, sí, y también por el presupuesto de la educación pública en general, de la educación, por un salario mínimo de 1 millón de pesos.

Todo en la perspectiva de que estas bestias se vayan del gobierno.



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