¿En qué situación estamos?

 



La supervivencia del gobierno está en cuestión, situación que abre una crisis de consecuencias impredecibles.


Todos los mentideros parlamentarios indican que el DNU no tiene posibilidades de sobrevivir a su paso por las Cámaras, y la “ley ómnibus" ya ha quedado desguazada en trozos. Y uno y otra son la base de sustentación de la permanencia del oficialismo.


Milei ve la crisis y amenaza con convocar a un plebiscito que disuelva el parlamento. Algo idéntico hizo en su momento Rafael Correa en Ecuador, con la diferencia abismal del consenso popular entre uno y otro. Con aquel paso, Correa dio legitimidad y legalidad a una enorme corriente política; en Milei, sería simplemente un golpe de Estado a lo Fujimori ¿Está en condiciones de ejecutar una medida así, cuando su propio minibloque se parte en la Legislatura bonaerense? Todo indica que no.


Por el otro lado, Milei tiene el solitario respaldo de algunas cámaras patronales mientras el producto industrial se derrumba más de un 12 por ciento en enero y ya había hecho otro tanto en diciembre.


Por supuesto, ningún sector de la burguesía está interesado en la caída del gobierno -por lo menos en lo inmediato- por la crisis política enorme que abriría.


Puede resultar sorprendente que toda esta crisis se desarrolle con una intervención muy limitada -en extremo limitada- de la clase obrera, que no escapa al control de la burocracia.


No debería sorprender. Un extremo particularmente difícil en política es medir el ritmo de las crisis, la velocidad de su desarrollo.


Sólo pueden señalarse tendencias y medir con el mayor cuidado, al instante, el ritmo y la velocidad con que esas tendencias se desenvuelven.


La Fraternidad Ferroviaria respondió a la falta de respuesta a sus reclamos con el viejo método de convocar a un paro a largo plazo para que en el interín el Ministerio de Trabajo llame a conciliación obligatoria. Ese método ya no existe, como ya no existe el Ministerio de Trabajo.


La Fraternidad no tuvo más remedio que organizar el paro -fue masivo- pero hizo constar en actas que no se había llamado a conciliación. Se humilló ante la bravuconada del gobierno.


No obstante la situación evidente de retroceso del movimiento obrero, la masividad de las medidas que, con todas sus limitaciones y donde no tiene más remedio, llama la burocracia, indica que se está gestando una situación prerrevolucionaria.


Ésa es la tendencia y las convocatorias que de mala gana hacen los burócratas lo están indicando.


Mientras tanto, uno de los componentes de una situación revolucionaria -no ya prerrevolucionaria- está presente: la crisis de los de arriba, que no conocen un solo día mejor que el anterior y diariamente se encuentran con que ya no pueden gobernar como lo hacían hasta la víspera.



Alejandro Guerrero



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